sábado, 18 de mayo de 2013

Hace tiempo que encontré la manera de que la gente no me fallara. Es muy sencilla: Dejar de esperar nada de nadie. Así es más fácil.

Antes siempre esperaba cosas de los demás. Y cuando no reaccionaban o se comportaban como a mí me hubiera gustado, me pillaba cada pique impresionante. Ahora ya no. 

Por ejemplo: Mi hermano nunca jamas de los jamases se acuerda de mi cumpleaños. Ni del de su novia, ni del de mis padres... ni del suyo. Así que no espero que me felicite. ¿Que se acuerda (o se lo recuerdan :P) y me felicita? GENIAL! Es una alegría extra :) Si esperara que se acordara él solico, todos los años tendría follón. Y chico, no tengo ganas...

Así que, cuando en un día tan importante para mí como es mañana ha habido gente que me gustaría que estuvieran que me han dicho que todavía no saben qué harán, no me he enfadado. Me ha molestado un poco, pero no me he enfadado. Ellos se lo pierden, la verdad.

También hay gente que no esperaba que se lo tomara con tanta ilusión y no va a faltar, o está haciendo lo posible por venir. Y gente que no va a venir pero porque tiene otro evento, y le fastidia no poder verme.

Creo que creen que esto para mí sigue siendo un juego. Y no, no lo es. Ya no. Esto está empezando a ser algo serio para mí. No pienso ni por asomo en dedicarme única y exclusivamente a esto, pero ya pienso en que no me importaría llegar a dar clases alguna vez, y en bailar en algún restaurante o algo así. No me importaría ganarme unas perrillas haciendo algo con lo que tanto disfruto. Y si pudiera ser acompañada de mis Amirat, mejor que mejor ;)