sábado, 20 de julio de 2013

Creía que lo tenía superado...

Una persona muy importante en mi vida fue Herr Schlipp. Tanto, que estuve pensando ponerle su nombre a mi hijo: Kurt. Era mi jefe en Alemania, y fue como un padre para mí durante el tiempo que estuve allí. Me ayudó mucho, me apoyó en todo. Y cuando volví a España, me llamaba una vez al mes para hablar en Alemán por teléfono. Él fue testigo de los primeros pasos en la relación con Dany. Siempre decía que cuando nos casáramos vendría a la boda con Frau Hermannutz, la jefa, y que no me olvidara de invitarles.

Me compró un libro de cocina de la zona, pero nunca llegó a enviármelo. Le detectaron un cancer de estómago, y murió. Fue muy duro para mí. Muchísimo. No pude despedirme de él. Me enteré porque su mujer me envió una carta con la postal avisándome de su fallecimiento y del entierro. De eso hace ya 11 años.

Tuvo que pasar un tiempo hasta que me atreví a volver a Riedlingen. Me daba muchísima pena ir y no verlo. Solo de pensarlo me ponía a llorar como una tonta. Me sentía triste, muy triste, por no verle más. Pero me armé de valor y allí que nos fuimos Dany y yo. Y un día nos fuimos al cementerio y nos lo recorrimos de arriba a abajo buscando su tumba. Siempre me han gustado mucho los cementerios, y el de Riedlingen es precioso. Al final, encontramos su tumba. Pude despedirme, por fin. Le compré unas flores, una maceta con unas florecillas malvas muy bonitas, y la dejé ahí al lado de su lápida. Cogí una piedra para cuando me pusiera triste, tener algo "suyo" que me diera fuerza. Tal vez suene a tontería, pero para mí era (y es) muy importante.

Antes de volver a España volvimos a pasar por la tumba, y pude comprobar que alguien, supongo que su mujer, había plantado la maceta con el resto de flores que había en el jardincito delante de su lápida. Me hizo mucha ilusión. Y ya en España, pensé que lo tenía superado. Ya podía hablar de él sin llorar ni emocionarme ni nada.

Pero no.

El jueves nos mandaron hacer una redacción sobre los prejuicios que tenemos de los alemanes. Yo hablé de lo que creía de ellos antes de ir, y de la impresión que me llevé al conocerlos. Hablé de que creía que eran fríos, pero Herr Schlipp me demostró que no. Esto lo empecé a contar hacia el final de la redacción. Y empecé a escribir y escribir sobre él. Ayer teníamos que leerla en clase para corregirla y ver los fallos y tal. Empecé bien, pero cuando llegué a la parte de mi jefe, no pude. Tuve que parar. Me emocioné al recordarlo, al contarlo. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Y es que después de tanto tiempo sigo echándolo tantísimo de menos.

Pienso lo que se alegraría si pudiera verme casada con Dany, y con un hijo (que por cierto, ahora mientras escrito lo tengo literalmente colgado del brazo). Se alegraría de que siguiera con el alemán. Claro que si pudiera verme, tal vez no habría dejado nunca el alemán, y hubiera vuelto más veces allí. Quién sabe, igual hubiéramos terminado viviendo allí.

H. Schlipp, ich vermisse dich sehr.